Prof. D. Jeffrie G. Williamson
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Discurso de investidura como Doctor Honoris Causa del Prof. D. Jeffrie G Williamson
Nombrado Doctor Honoris Causa en 2005
En busca de la energía sostenible
MIGRACIONES MASIVAS, MERCADOS MUNDIALES DEL CAPITAL Y TRANSICIONES DEMOGRÁFICAS
JEFFREY G. WILLIAMSON
Laird Bell Profesor de Económicas
Harvard University
Muchas gracias por la presentación tan amable y generosa. Es un gran honor y un placer estar con ustedes aquí hoy en la Universidad Carlos III y celebrar… Parece apropiado que hablemos en una reunión de este tipo –donde los jóvenes estudiantes, al fin y al cabo, están experimentando grandes transiciones intelectuales– de las transiciones demográficas y cómo influyen en los grandes acontecimientos económicos de nuestras vidas. Me centraré en las fuerzas globales y en la pregunta: ¿Cómo influyen las grandes transiciones demográficas en la migración masiva mundial y los flujos de capital mundiales? Buscaré las respuestas a esta pregunta en la Historia.
En las últimas dos décadas, la forma en la que los economistas ven el impacto de la demografía en los acontecimientos económicos ha cambiado mucho y en esta conversión ha jugado un papel decisivo en la historia económica. Cuando el economista Allen Kelley (1988) estaba escribiendo su magistral estudio sobre las consecuencias económicas del crecimiento de la población en el Tercer Mundo, allá a finales de los años ochenta, la opinión ortodoxa mantenía que el tiempo no había dado la razón a las previsiones malthusianas y que la forma correcta de realizar el análisis consistía en observar el crecimiento total de la población a largo plazo. Desde entonces, los economistas han aprendido dos lecciones importantes que tenían que haber sido obvias pero no lo fueron: primero, a menudo son mucho más significativos los cambios en la composición de la población que los cambios en el total de la población; y segundo, que para medir el impacto demográfico, el modelo de la economía de transición funciona mucho mejor que el de la economía en estado estacionario. Estas dos lecciones nos han enseñado mucho sobre la conexión entre las revoluciones industriales, los cambios demográficos y los flujos de factores globales.
El tipo de impacto demográfico es determinante. Un avance en la medicina o la eliminación de una enfermedad que afecta a todos por igual sin importar la edad tendrá un impacto en el crecimiento de la población, pero no tendrá un impacto en la composición de la población. Un avance médico que extiende la longevidad es una cuestión totalmente diferente, porque aumenta el porcentaje de la población jubilada y anciana, como los modernos debates respecto a la seguridad social han expuesto tan claramente. Asimismo, si el virus VIH / SIDA atacara a todas las edades por igual tendría muchos menos efectos económicos de lo que tiene en realidad, porque ataca a los adultos jóvenes sexualmente activos y, por lo tanto, influye en la composición por edades de la población. Otro ejemplo relevante, pero menos doloroso, es que un boom de la natalidad afectará sin duda a la composición de la población, porque la cohorte infantil crece enormemente durante el boom de la natalidad.
El boom de la natalidad que acabamos de citar se produce debido al comportamiento matrimonial y reproductor. Pero un descenso agudo en la mortalidad infantil puede tener el mismo efecto. De hecho, fue éste el impacto demográfico que azotó al Tercer Mundo después de la Segunda Guerra Mundial y puso en marcha lo que ahora llamamos la transición demográfica. Las cambios demográficos están asociados a las revoluciones industriales, así que no es ninguna sorpresa encontrarlas en la Europa del siglo XIX y en otros países cuando comenzaron su crecimiento económico moderno. Estas transiciones demográficas generaron impactos demográficos mucho mayores que el boom de la natalidad más conocido en la OCDE después de la Segunda Guerra Mundial.
La transición demográfica describe el cambio desde la elevada fertilidad y mortalidad preindustrial a la baja fertilidad y mortalidad postindustrial. Como las revoluciones industriales, la transición demográfica tarda muchas décadas en completarse. Europa tardó al menos un siglo en completar su transición, el Este asiático la mitad del tiempo y parece que África terminará entre los dos. Los descensos en la mortalidad marcan el comienzo de estas transiciones demográficas y los cambios en la estructura por edades son exacerbados porque la mayoría de estos descensos iniciales en la mortalidad ocurren entre los bebés y los niños. Es cierto que la mejora de los índices de supervivencia infantil debería inducir a los padres a reducir la fertilidad. Si los padres ajustaran su comportamiento reproductor completa e inmediatamente, no habría ni exceso de niños, ni aceleración en el crecimiento de la población, ni ninguna transición demográfica digna de mencionarse. Pero los padres sólo ajustan la fertilidad lentamente, y por eso el exceso de niños es grande y persistente. Después de un intervalo, de todas maneras, la fertilidad comienza a descender, marcando la siguiente etapa de la transición. El índice del crecimiento de la población se impulsa por la diferencia entre fertilidad y mortalidad. Por consiguiente, la transición demográfica va acompañada de un largo ciclo del crecimiento de la población, pero quizás sea más importante que también vaya acompañada por otro largo ciclo que afecte a la estructura por edades. Es más, durante la transición demográfica el porcentaje de la población laboral experimenta un cambio más dramático aún que el crecimiento de la población.
Hemos establecido tres puntos. Primero, los choques demográficos tendrán un impacto más importante si se concentran en un grupo específico, como los niños, los adultos jóvenes o los ancianos. Segundo, los choques demográficos tienen que ser grandes para ser significativos. Tercero, una vez ocurridos estos choques, influirán en los acontecimientos económicos durante tanto tiempo que el impacto inicial quedará olvidado. Para ilustrar estos puntos en su aplicación a la migración de capital y mano de obra en un mundo global, mis comentarios se basarán en cuatro ejemplos, dos de ellos sacados del primer siglo global anterior a 1914 y dos del segundo siglo global después de 1950.
CÓMO LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA PUEDE TENER IMPACTO EN LOS FLUJOS DE FACTORES GLOBALES
Se puede considerar que la migración de capital y mano de obra a otros países refleja un exceso de suministro en la región que los envía y una demanda excesiva en la región que los recibe. Comenzaré por los mercados laborales y la migración.
La mayoría de las migraciones masivas son impulsadas por acontecimientos económicos, en particular por las grandes diferencias entre los salarios y nivel de vida reales en distintas regiones. Como los que más tienen que ganar y menos tienen que perder si se trasladan son los adultos jóvenes, la migración es muy selectiva por edades. La selección por edades era ya evidente a finales del siglo XIX cuando un elevado 76 por ciento de los inmigrantes que entraban en los Estados Unidos eran adultos jóvenes de 15 a 40 años, esto en un periodo en el cual tan sólo el 42 por ciento de la población residente en los EE.UU. eran adultos jóvenes. La comparación entre los que se trasladaron y los que se quedaron fue incluso más grande en las regiones europeas que enviaban los inmigrantes: por ejemplo, el 80 por ciento de los emigrantes irlandeses eran adultos jóvenes entre 15 y 34 años, mientras que estos formaban sólo el 35 por ciento de los irlandeses que se quedaron. Lo que vale para los irlandeses también vale para los españoles y otros emigrantes europeos. Esta autoselección por edades sigue siendo igual de válida hoy para los africanos que buscan empleo en España, para los europeos del Este que buscan trabajo en Alemania y para los mexicanos que quieren trabajar en California. Es cierto que la autoselección de los adultos jóvenes tiende a desaparecer durante hambrunas, guerras civiles y limpiezas étnicas, cuando se trasladan familias enteras. Pero está absolutamente claro que cuando aumenta el número de adultos jóvenes en la región que envía emigrantes, también aumenta el número de emigrantes potenciales. El impacto de la demografía sobre la migración masiva será mayor incluso si la región con grandes salarios que los recibe atraviesa una fase tardía de su transición demográfica en la que escasean los adultos jóvenes y abundan los ancianos, como es el caso de la Unión Europea hoy en día.
Lo que acabo de describir es la influencia directa de la demografía en las migraciones entre países. Hay una influencia indirecta que también hay que tener en cuenta: cuando la cohorte infantil tiene edad suficiente para entrar en el mercado laboral, el exceso de adultos jóvenes puede disminuir la disponibilidad de trabajos, debilitar las ofertas de salarios y en general causar un deterioro del nivel de vida para los jóvenes. Si el exceso demográfico ocurre en la región que envía emigrantes, entonces las inferiores condiciones laborales expulsarán a más emigrantes. Si escasean los adultos jóvenes en la región que los recibe, entonces la necesidad de mano de obra en el mercado laboral atraerá a más emigrantes.
Las naciones que son demográficamente jóvenes tienden a enviar emigrantes, mientras que las naciones demográficamente viejas tienden a recibirlos. Si una política liberal de inmigración permite que este proceso siga su curso natural, las migraciones masivas desde naciones con salarios bajos en medio de sus transiciones demográficas siempre inundarán las naciones de salarios altos que han completado sus transiciones demográficas. Si una política restrictiva de inmigración ahoga este proceso, entonces los inmigrantes ilegales y los que buscan asilo intentarán sortearla.
Las cosas se vuelven algo más polémicas cuando miramos los flujos financieros y los mercados mundiales del capital. Es una afirmación inocua describir una entrada de capital como un medio para financiar las inversiones domésticas necesarias cuando hay un déficit de ahorros domésticos. Mientras que la demografía puede influir tanto en la parte de los ahorros como en la de las inversiones, las discusiones entre economistas tratan de la parte de los ahorros. Ahí es donde empiezo.
Hace 45 años, Ansley Coale y Edgar Hoover (1958) propusieron su famosa hipótesis de la carga de dependientes. Se basaba en una intuición sencilla pero poderosa. Un crecimiento rápido de la población provocado por el descenso de la mortalidad infantil y una subida del índice de fertilidad aumenta el número de niños dependientes, un acontecimiento demográfico que incrementa las necesidades de consumo a expensas de los ahorros. Paulatinamente, la carga de dependencia infantil se convierte en un exceso de adultos jóvenes y el boom de ahorros resultante contribuye a la acumulación y quizás hasta a un milagro económico. Finalmente, la transición demográfica se manifiesta en una gran carga de ancianos, bajos ahorros y una ralentización del crecimiento. Por consiguiente, la tesis Coale-Hoover sugiere que una parte del impresionante auge de los índices de ahorro en Asia del Este y Sudeste durante las tres décadas siguientes a 1965 (y antes de la crisis financiera) se debió al descenso igualmente impresionante de la carga de dependencia. La tesis sugiere asimismo que mientras suba el índice de dependencia de ancianos en Asia durante las próximas tres décadas, algunos de los altos índices de ahorro de la región desaparecerán.
¿Qué ocurre con la demanda de inversión? Aquí el argumento nos va bien a los historiadores económicos de mi edad. Mientras los nacidos durante un boom de la natalidad llegan a ser adultos jóvenes, el aumento en la mano de obra disponible implica la necesidad de una inversión mayor en infraestructura para que los principiantes lleguen al trabajo, para equiparles y para alojarles cuando dejan a sus padres para formar sus propias familias. Moses Abramovitz, Richard Easterlin, el Nobel Simon Kuznets y otros pioneros de la historia económica decían que esta inversión es “sensible a la población” y explica la macro-inestabilidad a nivel mundial en el siglo XIX.
En suma, la demanda de inversión y la cantidad de ahorros tienden a estar correlacionados positivamente durante la transición demográfica. Cuando hay un exceso de niños o ancianos, tanto la demanda de inversión como la cantidad de ahorros serán bajos. Cuando hay un exceso de adultos que trabajan, tanto la demanda de inversión como la cantidad de ahorros serán altos. ¿Cuál predomina? Si el suministro de ahorros dura más tiempo que la inversión mientras la gran cohorte joven llega a la madurez laboral, entonces las entradas de capital disminuyen, quizás convirtiéndose en salidas netas. ¿Lo hacen? La respuesta dictará lo que ocurre con los flujos de capital internacionales.
Matthew Higgins y yo (Higgins y Williamson, 1997) hemos ofrecido una respuesta. Utilizando datos anuales de las prsupuestos estatales de dieciséis naciones asiáticas durante las tres décadas anteriores a 1992, analizamos econométricamente tres porcentajes críticos de ingresos nacionales: los ahorros, la inversión y el saldo de las cuentas corrientes o flujos netos de capital. Los resultados confirmaron que la dependencia de los jóvenes y los viejos tienen un efecto depresor sobre los ahorros y que los ahorros pasan por un “pico” en su ciclo vital, llegando a su punto más alto a la mitad de la vida. A primera vista, el impacto de la edad en la inversión parece muy similar a los impactos de los ahorros: sin embargo, los aumentos en la demanda de inversión provocados por los adultos superan los aumentos en la cantidad de ahorros provocados por los adultos. Esto implica que las naciones jóvenes que atraviesan transiciones demográficas también atraviesan un período relativamente largo de dependencia del capital extranjero, antes de llegar a un período de independencia financiera. Las naciones demográficamente jóvenes tienden a ser importadores del capital neto y las naciones demográficamente viejas tienden a ser exportadores del capital neto. Si los mercados mundiales del capital están bien integrados, y si la política pro-global permite que estas fuerzas sigan su curso, el capital tenderá a moverse entre las naciones como una transferencia intergeneracional de los viejos a los jóvenes.
En el tiempo que nos queda, permítanme ofrecer cuatro ejemplos tanto del pasado reciente como del lejano que confirman el argumento. Estos ejemplos también sugieren que los impactos demográficos rivalizan con los impactos económicos como determinantes de los flujos de factores globales, especialmente en un mundo donde la política sea pro-global.
ACONTECIMIENTOS DEMOGRÁFICOS Y LAS MIGRACIONES MASIVAS EUROPEAS ANTERIORES AL 1914
Durante las migraciones transatlánticas anteriores a la primera guerra mundial, unos 60 millones de emigrantes se trasladaron desde Europa al Nuevo Mundo. Esta emigración masiva europea comenzó en el noroeste más desarrollado y después se extendió al sur y al este menos desarrollado. Los europeos emigraron, animados por la perspectiva de grandes ganancias para ellos y sus hijos, por el ritmo del desarrollo en sus países, por los efectos acumulativos de migraciones anteriores a través del así llamado “efecto de los amigos y parientes” y, de mayor importancia para esta conferencia, por los acontecimientos demográficos en las regiones que los enviaban y recibían.
Los países europeos pasaban típicamente por un ciclo vital en los índices de emigración: primero bajos, luego altos, luego bajos. Los países pobres sólo registraron niveles de emigración modestos al comienzo, algo que puede parecer paradójico. Después de todo, un cálculo económico sencillo hace pensar que los países pobres deben registrar los índices más altos de emigración porque sus ciudadanos tienen más que ganar con el traslado. La paradoja se resuelve en cuanto recordamos que la emigración está restringida por la pobreza en el país de origen, por la falta de recursos necesarios para financiar el traslado. La paradoja reaparece cuando recordamos que los índices de emigración subieron durante algún tiempo cuando estas regiones que enviaban emigrantes experimentaban un crecimiento impresionante en casa. ¿Por qué aumentó la emigración cuando las diferencias de salarios entre casa y el extranjero estaban bajando? Hubo dos razones: primero, un alivio paulatino de las restricciones impuestas por la pobreza sobre el traslado, y segundo, un fuerte aumento de las fuerzas demográficas ampliando el grupo de emigrantes potenciales.
¿Entonces a qué se debe el aumento de la emigración masiva europea hace un siglo? Mientras las regiones europeas relativamente pobres con salarios bajos empezaron sus transiciones demográficas, los índices en alza del crecimiento de la población fueron generados por una fertilidad más alta y menos mortalidad infantil, así que subieron los índices de dependencia infantil. Ya que los que eligen emigrar son adultos jóvenes, un porcentaje cada vez mayor de la población de las regiones europeas pobres se convirtió en emigrantes potenciales al hacerse mayores las grandes cohortes grandes. Los hechos demuestran que aproximadamente la mitad de la oleada de emigración europea anterior a la primera guerra mundial fue impulsada por el aumento del porcentaje de adultos jóvenes en las regiones que los enviaban. Además, el boom de adultos jóvenes también produjo un exceso de mano de obra en casa que ejercía presión sobre la tierra y otros recursos domésticos, por consiguiente empeoraba la calidad de vida y más emigrantes fueron expulsados. Por supuesto, estas fuerzas menguaron con el tiempo al seguir su curso la transición demográfica, causando un descenso en el índice de emigración.
TRANSICIONES DEMOGRÁFICAS, EL SIDA Y LA EMIGRACIÓN MODERNA AFRICANA
Los mismos fundamentos que impulsaron la emigración europea hace un siglo tienen incluso más fuerza hoy en día en África. Después de todo, África ha experimentado una transición demográfica más dramática que Europa. Se prevé que los índices del crecimiento de la población en África seguirán por encima del 2 por ciento durante las próximas dos décadas, índices que son casi el doble de los de las zonas pobres de Europa antes de la primera guerra mundial. El contraste resulta incluso más llamativo al comparar los índices de aumento de adultos jóvenes, los que más probabilidad tienen de emigrar. Además, hoy en día la diferencia de salarios favorece a Europa sobre África en una proporción de dos a cuatro veces más alta que el que favorecía al Nuevo Mundo sobre Europa hace un siglo. Si los africanos responden tanto a los fundamentos de la migración como los europeos hace un siglo, entonces deben de estar ocurriendo ahora grandes salidas y se deben esperar otras mayores en el futuro. Pero hasta la fecha, las restricciones sobre la inmigración en los países con salarios altos ha detenido gran parte de este flujo potencial, aunque ciertamente no todo. Por consiguiente, el número de personas nacidas en África que viven en Occidente es mucho menor de lo que hubiera sido bajo una política de “libre” inmigración.
Se ha estimado que el 2,8 por ciento de la población de 1990 residente en la África subsahariana vivía fuera de su país de origen, un porcentaje mucho más elevado que otras regiones emigrantes: un 1,4 para Asia y el 1,7 por ciento para América Latina. El Caribe es la única región emigrante que ha registrado un índice más alto que el África subsahariana, pero sólo un poco más alto.
Cuando se analizan los determinantes de emigración neta para 21 países africanos entre 1977 y 1995, los resultados empíricos son muy similares a los de la emigración europea hace un siglo (Hatton y Williamson 2003, 2005: capítulo 14). Las dos influencias más importantes son las diferencias en la calidad de vida en casa y en el extranjero, y el porcentaje de la población de 15 a 29 años. Fueron significativos los acontecimientos demográficos en el pasado reciente de África y lo serán aún más en su futuro. Se debe a tres razones: primero, el crecimiento de la población ejerce presión sobre la tierra y otros recursos, empeorando la calidad de vida en casa, dando pie a la emigración al ampliarse la diferencia de salarios reales en casa y en el extranjero. Las fuerzas de los rendimientos decrecientes son especialmente potentes en los pueblos de África donde la tierra es un recurso clave y no queda ya ninguna frontera sin explotar. Segundo, el rendimiento del crecimiento en África ha sido pésimo durante las dos últimas décadas y la mayoría de los analistas prevén más de lo mismo durante las próximas dos décadas. Por consiguiente, es poco probable que ocurra ningún “milagro” en el crecimiento de África que suba los salarios y mantenga a los emigrantes potenciales en casa. De hecho, es probable que las diferencias en calidad de vida aumenten más entre el extranjero y los países africanos. Tercero, son grandes los cambios demográficos que se prevén. El índice previsto de emigración fuera de África, si se cumple para el 2030, supone números sustanciosos ya que el total de emigrantes al año previsto se aumenta en unos 800.000 a lo largo de 20 años. Esta subida importante es el resultado del incremento del porcentaje de la población de adultos jóvenes y de la densidad de la población.
Las predicciones demográficas se han vuelto inciertas debido a la pandemia VIH / SIDA. Unos 25 millones de personas están infectadas en África. La enfermedad es particularmente severa en el sur del continente donde los índices de infección adulta son el 37 por ciento en Botswana, 25 por ciento en Zimbabwe y 20 por ciento en Sudáfrica. Las estimaciones demográficas usadas para calcular las previsiones de emigración que acabamos de citar fueron realizadas en 2002, por consiguiente se anticipaban los efectos de la epidemia: éstas suponen que una gran proporción del aumento en la población joven provocado por la transición demográfica será diezmada. Sin la pandemia VIH / SIDA, las previsiones para la salida de África hubieran sido muchas más altas y por consiguiente, aproximadamente iguales a los enormes índices europeos de la década de 1870.
Hoy, están obrando en África las mismas fuerzas que impulsaban la emigración en Europa hace un siglo. Sin embargo, Europa reunía más factores prometedores: sus regiones emigrantes con bajos salarios experimentaron un fuerte crecimiento económico de recuperación y una ralentización del crecimiento demográfico, sirviendo ambos para frenar parte de la migración masiva. África hoy ofrece un contraste: el crecimiento económico está tambaleante, sus economías se han quedado más lejos de los líderes y habrá un aumento rápido demográfico en el futuro inmediato. Por lo tanto, la presión sobre la emigración africana se intensificará, manifestándose en una demanda creciente de entrar en los mercados laborales de salarios altos del mundo desarrollado. El factor demográfico desconocido de la ecuación es, por supuesto, el éxito africano en controlar la diseminación del VIH / SIDA. Si se extiende rápidamente, entonces algo de la presión para emigrar disminuirá. Si se controla pronto, entonces será más probable que prevalezcan estas predicciones de emigración. Existe una posibilidad razonable que África registrará migraciones masivas mucho mayores a lo largo de las próximas dos o tres décadas que la Europa del siglo XIX.
CÓMO SIRVIERON LOS ACONTECIMIENTOS DEMOGRÁFICOS PARA MOVER EL CAPITAL EUROPEO ANTES DEL 1914
La movilidad internacional del capital puede tener implicaciones para el crecimiento económico tanto en la teoría como en la práctica. Puede ser importante a nivel teórico porque la mayoría de las teorías del crecimiento hacen hincapié en la acumulación del capital. Pero la movilidad internacional del capital rompe el vínculo entre los ahorros domésticos y la inversión doméstica, haciendo que la demanda de inversión sea un determinante mucho más importante del crecimiento económico que la cantidad de ahorros domésticos. Los flujos de capital pueden tener una importancia enorme en la práctica, permitiendo que las economías más pobres inviertan más de lo que hubieran podido de otro modo.
A finales del siglo XIX, se vieron los flujos de capital internacionales a la escala más grande que se haya visto nunca. La ciudad de Londres estaba en el centro de este mercado mundial del capital y los ingleses realizaban un porcentaje muy grande de la exportación del capital. Ya habían colocado el 17 por ciento de su riqueza en otros países en 1870 pero la cantidad había aumentado hasta el 33 por ciento en 1913. Con cada oleada de inversión extranjera neta en el extranjero, aumentó el compromiso británico con los mercados mundiales del capital. Mientras Gran Bretaña era el jugador central en los mercados mundiales del capital, Francia, Alemania y otras economías avanzadas europeas también estaban involucradas.
La ‘dependencia’ del capital extranjero era igual de grande por la parte receptora. En 1913, casi la mitad del capital argentino era propiedad de extranjeros y la quinta parte del capital australiano. Entre 1870 y 1910, la inversión extranjera neta para el interior como una parte de la formación fija bruta del capital era 37 por ciento en Canadá, sobre el 70 por ciento en Argentina y quizás tanto como el 75 por ciento en México. Estas cantidades eran mucho más altas que en el tercer mundo en los años 1970 y 1980, entre 10 y 20 por ciento.
¿Adónde fue todo este capital extranjero durante el primer boom del mercado de capital global? Han pasado quince años desde que el Nobel Robert Lucas (1990) preguntó porqué el capital no fluye de los países ricos a los pobres. Lucas utilizó pruebas contemporáneas para documentar su paradoja pero también sugirió que probablemente ocurrió lo mismo durante el primer boom del mercado de capital global, después de 1870. Tenía razón: muy poco de las exportaciones del capital británico fue a los países pobres antes de la Primera Guerra Mundial. De hecho, aproximadamente las dos terceras partes fue al Nuevo Mundo rico, donde vivía solamente la décima parte de la población mundial, y sólo una cuarta parte fue a Asia y a África, donde vivían casi las dos terceras partes de la población mundial (Clemens y Williamson 2004).
La explicación más sencilla de esta paradoja aparente es que el capital británico persiguió a los emigrantes europeos y que ambos buscaban tierra barata y otros recursos naturales. Esta explicación de que el capital persiguió a la mano de obra argumenta que tenía que haber una tercera variable omitida haciendo su efecto y la mayoría de los observadores económicos de finales del siglo XIX dirían que la variable omitida eran los recursos naturales, mientras que la mayoría de los observadores económicos de finales del siglo XX dirían que era el capital humano. Pero las dos explicaciones obvian una tercera posibilidad importante, la demografía. El crecimiento rápido de la población en el Nuevo Mundo contribuyó a su auge con la demanda de inversión y los altos índices de dependencia infantil limitaron los ahorros en el Nuevo Mundo, que contribuyeron también a esos enormes flujos de capital (Taylor y Williamson 1994). Después de todo, las parejas se casaban jóvenes en el Nuevo Mundo con sus salarios altos, tuvieron más hijos y los hijos tuvieron índices de supervivencia más altos. Esto produjo excesos de jóvenes y cargas de dependencia infantil en el Nuevo Mundo aunque la migración masiva compensaba en parte los efectos de la carga de dependencia doméstica, ya que los emigrantes eran adultos jóvenes. Pero sólo en parte: la diferencia entre los índices de dependencia entre el Nuevo Mundo y el Reino Unido seguía siendo muy grande, más grande incluso que la diferencia entre el tercer mundo y la OCDE en años recientes.
El modelo Coale-Hoover de las cargas por dependencia ayuda a explicar los flujos de capital en el período anterior a 1914. Su modelo sugiere que estas cargas por dependencia debieron de limitar los ahorros domésticos en el Nuevo Mundo y su ausencia debió de haber aumentado los ahorros domésticos en Europa, por consiguiente echando el capital extranjero de Europa y atrayéndolo al Nuevo Mundo. Y así fue: de hecho, quizás hasta las dos terceras partes de la inversión extranjera neta británica en el extranjero se debe a estas fuerzas demográficas. Los flujos mundiales del capital durante el primer boom de los mercados mundiales del capital fueron en gran parte la transferencia intergeneracional provocada por la demografía.
LA CONEXIÓN ENTRE EL CAPITAL EXTRANJERO Y LA DEPENDENCIA DEMOGRÁFICA EN EL ESTE DE ASIA, 1950-1992
A principios de los años setenta, a Corea del Sur le preocupaba su fuerte dependencia de la financiación externa y encargó al Banco Mundial un estudio para explorar por qué Corea ahorraba tan poco. A finales de los años ochenta, Corea había duplicado su índice de ahorros y el saldo de sus cuentas corrientes como porcentaje del producto bruto interior había pasado de -8 a +3 por ciento en tan solo una década. Durante el mismo período, el índice de dependencia descendió en más de 12 puntos porcentuales y subió en aproximadamente la misma cantidad el porcentaje de la población en edad laboral. ¿Fue falaz la correlación? ¿O la transición demográfica provocó en Corea el cambio de importaciones netas de capital a exportaciones netas de capital?
Mientras el caso de Corea del Sur fue canónico, el resto del Este de Asia exhibió la misma experiencia. Los índices de ahorros domésticos se aumentaron mucho en toda la región, subiendo desde algo menos del 14 por ciento a finales de los años cincuenta a un asombroso 35 por ciento a principios de los años noventa. Los porcentajes de la inversión también subieron mucho, pero no tanto. La diferencia entre los dos, el porcentaje de cuentas corrientes, descendió en más de 7 puntos porcentuales, de -5 a +2. Por consiguiente, en tan solo tres décadas el Este de Asia cambió de ser un importador importante de capital neto a un exportador importante de capital neto. El Este de Asia era muy dependiente del capital extranjero en los años cincuenta pero completamente independiente a principios de los años noventa antes de la crisis financiera.
La dependencia demográfica fue altamente correlacionada con la dependencia del capital extranjero en toda Asia. Parece que la correlación no es falaz. También he contado que los modelos del comportamiento respecto a los ahorros y el índice de inversión han sido calculados para esta experiencia en Asia y cuando se utilizaron estos resultados para preguntar hasta qué punto se debían los flujos de capital en el Este de Asia a los impactos demográficos, la respuesta fue: casi la totalidad (Higgins y Williamson 1997). Otros economistas han estimado efectos menores pero la conclusión de que la transición demográfica en el Este de Asia tuvo un impacto muy grande en los flujos de capital en muchos países no se ha invalidado.
LOS MILAGROS, LAS CRISIS Y LAS TRANSICIONES DEMOGRÁFICAS EN EL ESTE DE ASIA
He argumentado qué cambios en las distribuciones por edades son significativos al evaluar el impacto del cambio demográfico sobre el rendimiento económico. Concurren conmigo muchos economistas que han argumentado que en las primeras etapas de la transición demográfica, el crecimiento de ingresos per capita está disminuido por las grandes cargas por dependencia infantil y el porcentaje pequeño de adultos en edad laboral porque hay relativamente pocos trabajadores y ahorradores. Mientras avanza la transición, el crecimiento de ingresos per capita se promueve por cargas menores de dependencia infantil y un porcentaje más grande de adultos en edad laboral: relativamente, hay muchos trabajadores y ahorradores. La carga inicial de tener pocos trabajadores y ahorradores se convierte más tarde en un bien potencial: un porcentaje desproporcionado, muy alto, de adultos en edad laboral. Más tarde, el bien económico desaparece, quizás volviendo a ser una carga, cuando aumenta el porcentaje de ancianos.
Si es correcto este análisis, entonces algo del rendimiento pobre del crecimiento en el Este de Asia anterior a 1965 se puede atribuir al hecho de que la región tenía una carga muy pesada de dependencia infantil, que, en sí, estaba bajando los índices de crecimiento. Cuando el Este de Asia pasó de la fase de carga demográfica a la fase de bien demográfico, la carga de dependencia infantil descendió y la proporción de adultos en edad laboral subió. El resultado fue una aceleración del crecimiento ayudado por las fuerzas demográficas. Ésta y otras fuerzas de la transición sirvieron para subir el índice de crecimiento muy por encima de su nivel anterior al 1965 hasta índices milagrosos durante el cuarto de siglo posterior. Sin embargo, el bien demográfico en el Este de Asia ya ha empezado a disiparse y, por consiguiente, el crecimiento económico ha empezado a ralentizarse mientras aumenta el porcentaje de ancianos en la población.
No hace mucho, David Bloom y yo (1998) ofrecimos pruebas que confirmaron empíricamente estas afirmaciones cualitativas. Primero, calculamos las ecuaciones de crecimiento para el cuarto de siglo entre 1965 y 1990 donde el índice de crecimiento de la población en edad de trabajar se unió al crecimiento de la población en la regresión, junto con otros variables que ahora son estándar que miden la educación, la dotación de recursos naturales, la política comercial, los índices del ahorro del sector público, la cualidad de las instituciones y la geografía económica. Los resultados confirmaron que el crecimiento de la población en edad laboral ha tenido un impacto positivo poderoso en el crecimiento del PIB per capita, mientras el crecimiento de la población en total ha tenido un impacto negativo poderoso. Después, preguntamos hasta qué punto se explicaba el milagro del Este de Asia debido a estos impactos demográficos. Entre 1965 y 1990, la población en edad laboral en el Este de Asia creció un 2,4 por ciento al año, un ritmo dramáticamente más rápido que el índice de un 1,6 por ciento para el total de la población. Combinando los coeficientes de las ecuaciones estimadas de crecimiento y el índice de crecimiento de la población total y en edad laboral, descubrimos que las dinámicas de la población pueden explicar entre el 1,4 y 1,9 puntos porcentuales del aumento del PIB per capita en el Este de Asia, o hasta la tercera parte del milagro. Si en cambio, se define el milagro como la diferencia entre el crecimiento del PIB actual per capita y el supuesto estado estacionario del 2 por ciento, entonces las dinámicas de la población explican más de la mitad del milagro. Además, los países que se han beneficiado más de estos acontecimientos demográficos fueron Corea del Sur, Singapur, Taiwan, Hong Kong, Tailandia y Malasia, todos ellos tigres viejos o nuevos, creciendo rápidamente, del Este de Asia. No fue por casualidad que estos tigres llamaran la mayoría la atención de Paul Krugman (1994) cuando afirmó que el milagro del Este de Asia se impulsó principalmente por los altos índices de acumulación y el aumento de la mano de obra. Sin embargo, Krugman no llegó a dar el paso final: la transición demográfica estaba haciendo gran parte del trabajo.
Finalmente, miramos hacia el futuro. En el Este de Asia, se prevé que el crecimiento del PIB per capita atribuible a las influencias demográficas será negativo entre 1990 y 2025, que conllevaría una ralentización proyectada del crecimiento de unos 2 puntos porcentuales debida únicamente a fuerzas demográficas.
UN ANÁLISIS MUNDIAL
Lo que llama la atención de la economía global moderna es que las dos mitades del mundo están en distintas fases demográficas. Parece ser algo bueno porque la anciana OCDE querrá verter su exceso de capital sobre el Tercer Mundo joven que lucha con una escasez de capital, mientras que el Tercer Mundo joven querrá verter su exceso de mano de obra sobre la anciana OCDE, que padece una gran escasez de mano de obra. La gran cuestión, por supuesto, es si la política de la OCDE permitirá que la mano de obra global y los mercados mundiales del capital hagan esta transferencia intergeneracional que funcionó tan bien hace un siglo.
¡Muchas gracias!