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Asociación de Víctimas del Terrorismo

Discurso de la Sra. Dña. Ana María Vidal-Abarca, presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo

CONCESIÓN DE LA MEDALLA DE HONOR DE LA UNIVERSIDAD CARLOS III A LA ASOCIACIÓN VICTIMAS DEL TERRORISMO (AVT)

Discurso de Ana María Vidal-Abarca López, presidenta de la AVT Magnifico y Excelentísimo señor rector de la Universidad Carlos III, Excelentísimos e Ilustrísimos señores, autoridades académicas, señores y señoras:

Han transcurrido ya más de 18 años desde aquel lejano febrero de 1981 en que se creó la Asociación Víctimas del Terrorismo. Quien les habla, en compañía de Sonsoles Álvarez de Toledo, aquí presente, e Isabel O`Shea, que por desgracia ya no se encuentra entre nosotros, con más fe y entusiasmo que otra cosa, dimos los pasos oportunos frente a la Administración para dar vida a una entidad que resultaba, en ese momento, de absoluta necesidad para los damnificados por la infamia del terrorismo.

Aunque en estos tiempos pueda resultar absurdo, lo cierto es que en aquellos años tremendos de comienzo de los ochenta, cuando las acciones de la barbarie terrorista se producían a diario, existía, desde las instancias oficiales, una extraña manía de ocultar a las víctimas. Los funerales se celebraban sumarísimamente, los féretros eran enviados a su ciudad o pueblo natal por vía de urgencia y, por desgracia, vuelta a empezar, dada la frecuencia escalofriante con la que se producían los atentados mortales.

Así las cosas, a la víctima se le creaba un extraño complejo, no sé bien si de culpabilidad o de enfermo contagioso, en virtud del cual, intentaba ocultar esa condición, como si eso fuera un menoscabo para su honorabilidad. La falta de amparo institucional operaba en este mismo sentido. La consecuencia era que nada se sabía, más allá del día delentierro, de los familiares de las víctimas, o de los heridos tras la noticia del atentado.

En todos estos años, la Asociación Víctimas del Terrorismo ha actuado en los más diversos campos, en un intento ininterrumpido de paliar los efectos devastadores que esa violencia irracional ha producido en unos seres inocentes. Pero entre todo lo realizado, me gustaría resaltar algo que creo muy importante. La Asociación Víctimas del Terrorismo ha devuelto confianza, autoestima, seguridad,... en definitiva, ha dignificado una condición que años atrás parecía, triste e injustamente, maldita. Haciendo un poco de historia, diré que, al principio, nuestro objetivo no iba más allá que reunir al mayor número posible de damnificados por el terrorismo, para intentar ayudarnos los unos a los otros. Hicimos propia la máxima de San Pablo: "Quien ayuda a los demás se ayuda a sí mismo". Y con este espíritu iniciamos un duro camino que nos ha traído al día de hoy, en el que tenemos el honor de dirigirnos a tan prestigioso auditorio.

En nuestros comienzos, como me gusta decir, entre otras cosas porque es absolutamente cierto, éramos pobres de solemnidad, pero siendo así ya resultábamos importantes, la víctima del terrorismo tenía una puerta a donde llamar, un teléfono donde iba a ser escuchada con todo cariño. Poco a poco fuimos consiguiendo recursos que a lo largo de los años se fueron multiplicando. Así, hemos sido como un antibiótico de amplio espectro. Las ayudas que hemos podido dispensar van en aumento y todavía no descartamos incorporar alguna más. La atención asistencial, psicológica, médica, jurídica, laboral, educacional, económica, etcétera, que ofrece la Asociación Víctimas del Terrorismo son, hoy, el paraguas bajo el que se cobijan más de 1.500 familias damnificadas por el terrible mal del terrorismo. En total, en los últimos años, hemos empleado cerca de cuatrocientos cincuenta millones de pesetas en ayudas directas a las víctimas.

Me gustaría resalta un aspecto que nunca ha sido valorado y en el que la Asociación Víctimas del Terrorismo que ha jugado un importante papel. Me estoy refiriendo al comportamiento que las víctimas del terrorismo han tenido en las tres décadas en atentados que nos ha tocado padecer. En ningún caso los afectados han tomado otro camino que el de los Tribunales para dar satisfacción a sus deseos de justicia. Es precisamente ésta, nuestra primera reivindicación, la JUSTICIA, con mayúsculas, a la que tenemos derecho y a la que no estamos dispuestos a renunciar, pues es la única reparación moral a la que podemos aspirar y porque supone, con mucha diferencia, lo que más nos importa de todo lo que nos pudieran ofrecer.

En los 18 años de existencia de nuestra Asociación, la atención institucional a las víctimas del terrorismo ha mejorado sustancialmente. Sin embargo aún queda camino que recorrer. Precisamente en las últimas semanas, el Gobierno ha remitido al Parlamento una proposición de ley para la restitución de las víctimas del terrorismo. Quiero pedir, por favor, que no se defrauden las expectativas que entre los afectados ha despertado esta proposición. Quiero referirme, también, a quien es hoy objeto de la misma distinción por parte de esta Universidad. Salvador Allende, a título póstumo, que estará representado por su hija Isabel, y que nos viene muy al caso como muestra de que el empleo de la violencia produce siempre heridas que cierran tarde, mal y nunca.

Sólo me resta dar las gracias sinceras y efusivas a la Universidad Carlos III por conceder, a nuestra Asociación, su Medalla de Honor, lo que entiendo, no sólo como un reconocimiento a la labor desarrollada, sino también como un homenaje a quienes perdieron la vida a manos del terrorismo, un mal a erradicar de la faz de la tierra.

Muchas gracias.