Laudatio Carlos Elías
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Sr. Rector Magnífico, Excmo. Sr. Presidente del Consejo Social, Sr. Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades de Madrid Excelentísimas e Ilustrísimas Autoridades, Autoridades académicas, Compañeras y Compañeros, Sras. y Sres.
Exponer, en una laudatio de pocos minutos, por qué el Departamento de Periodismo y Comunicación Audiovisual propone a don Mario Vargas Llosa como doctor honoris causa es un honor y un estimulante reto. Podría quedarme en lo elemental. Recordar lo obvio: que estamos ante uno de los mejores escritores de todos los tiempos, con luz propia en la historia de la literatura universal, con premios como el Cervantes, el Príncipe de Asturias o el Nobel de Literatura y con doctorados honoris causa en universidades como Harvard, Yale, Oxford o la Sorbona entre otras muchas.
A los periodistas, no obstante, acostumbrados a navegar entre los oropeles de la fama y el poder, nunca nos han encandilado los títulos; sin embargo, sí nos deslumbra el talento: sobre todo el talento literario. Y aquí Vargas Llosa es una gran inspiración. Para los que creemos que el periodismo debe ser la artillería de la libertad, la pasión por escribir de Vargas Llosa reúne los principios que deben guiarnos: autoexigencia, ideas, mimo extraordinario en la redacción del texto, vasta cultura, curiosidad insaciable, ingenio literario, estética, ética, conciencia cívica y acción.
Una tesis doctoral sobre su obra define a Vargas Llosa como un “caballero letraherido” que escribe “poética periodística”. Y él ha reconocido que el periodismo, que ha ejercido desde muy joven y que no ha abandonado nunca, ha sido una sombra de su vocación literaria, que le ayuda a no despegarse de la realidad y que le proporciona fuentes y experiencias para sus creaciones.
El periodismo admira a la literatura: es su manual de instrucciones, su inspiración técnica; pero la literatura es deudora de los periodistas: desde Hemingway a John Dos Pasos o Truman Capote en Estados Unidos hasta Pérez Galdós, Ortega y Gasset, García Márquez o Delibes por citar solo algunos ejemplos de nuestra lengua. Vargas Llosa, además, introduce a periodistas entre sus personajes literarios, como Santiago Zavala, protagonista de su maravillosa novela total que es Conversación en La Catedral.
La leí cuando era un joven universitario y cambió para siempre mi visión del mundo. Cuando la releí años más tarde entendí lo que era una obra maestra.
A través de “Piedra de toque”, su columna en El País, uno descubre que en una época en la que el periodismo acumula detractores, Vargas Llosa lo defiende. Cree en un periodismo sin adjetivos, objetivo y nada amarillo, que actúe en sociedades libres como un contrapoder. Y le exige destreza, juego limpio y decencia.
Piensa que el periodismo –el buen periodismo y no la sociedad del espectáculo que en sus propias palabras produce “individuos pantallizados”- es la fórmula para devolver el nervio a las democracias apáticas. Por todo ello, y porque defendemos, como Vargas Llosa, que el periodismo es también creación literaria, aunque, obviamente esclava de la realidad y la verdad, solicito la concesión del grado de doctor Honoris Causa para el profesor don Mario Vargas Llosa.