D. Ángel Gabilondo Pujol
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Discurso del Sr. D. Ángel Gabilondo Pujol
Apertura del curso 2014/2015, 12 de septiembre de 2014.
Muchas felicidades y muchas gracias. Ya se subrayó que la vida es eterna en cinco minutos. Dispongo de tres, una semieternidad, pero ya está dicho lo decisivo. Veinticinco años de labor de la Universidad Carlos III de Madrid merecen un reconocimiento por parte de todos, muy singularmente de quienes amamos la Universidad. Enhorabuena por la tarea desempeñada. Es una alegría y un honor asimismo compartir medalla con tan extraordinarias personas a quienes tanto aprecio y valoro. Y asimismo produce una inmensa satisfacción recibirla en esta sesión de investidura de los doctores Dª María Blasco Marhuenda y D. Mario Vargas Llosa y ciencia y palabra, palabra y ciencia compartidas.
Son tiempos convulsos, en los que no es precisamente fácil encontrar espacios de saber, de conocimiento, de generación y de creación, de innovación y es una satisfacción hallarnos en una universidad, celebrando el que en medio de tantas dificultades nos sentimos privilegiados de trabajar por ella. Cuando parecería que solo lo inmediatamente útil o rentable, que únicamente lo aplicable directamente tiene sentido, también la universidad propone una forma de vida y de saber con horizonte y perspectivas de humanidad. Cuando diríase que solo merece consideración lo que es más actual, postergando por trasnochado todo lo ya ocurrido o pasado, la universidad reivindica asimismo la vigencia del legado. Cuando hay quienes estiman que solo lo individual es creativo y singular, la universidad propone espacios de convivencia para lo común, el trabajo coordinado y en equipo. Y aún más, la consideración de los problemas que tanto acucian a la humanidad, la pobreza, la ignorancia, el hambre y las guerras, formas todas ellas de injusticia. Cuando hay quienes estiman que lo decisivo es ocuparse casi exclusivamente de los especialmente relevantes, la universidad entiende que su dimensión social es decisiva.
Pero en ocasiones los tiempos no son fáciles, porque tenemos que hacer las cosas mejor, porque no nos conformamos o resignamos. Y es tiempo de evaluar y de valorar lo que hacemos, de ver hasta qué punto las dificultades, en ocasiones también de recursos, han tergiversado el sentido y el alcance incluso de nuestras propuestas. La Europa de la cultura, la Europa de la educación, la Europa de las Universidad, la Europa social, no puede verse postergada, ni siquiera en momentos de máxima complejidad, por una perspectiva que reduzca el conocimiento a una adquisición, a la formación de empleados, a la conquista de ciertas habilidades o a la mera rentabilidad.
Esta Universidad Carlos III es una buena muestra de que es precisa una visión abierta y plural de la ciencia, en su dimensión más humana y social, que la técnica no ha de reducirse a tecnocracia. Y que hemos de vincularnos e insistir en mejorar, en transformarnos, en modernizarnos, en internacionalizarnos. Y quienes hoy somos distinguidos no lo somos tanto por lo que ya somos: si llegamos a ser insignes, no será por llevar la señal de una medalla, sino por sentirnos comprometidos a ser señal, a llevar el nombre de esta institución en nuestra forma de vivir el conocimiento.
Sr, Rector. Gracias. En su nombre, al consejo de gobierno y a toda la universidad. Es usted, son ustedes generosos y nosotros agraciados. Con esta distinción nos sentimos más comprometidos y más universitarios. Ello nos anima a proseguir. Quizá con la advocación pagana de Marco Aurelio, alguien capaz de combatir y de pensar sin renunciar a ninguna de las dos posibilidades. “No sé si aún estamos a tiempo. Basta ya de dar vueltas. Ni un día más. Hasta aquí hemos llegado. No vagabundees más.” (III, 14), nos dice.
“A todas horas piensa tenazmente, como romano y como hombre, en hacer lo que tienes entre manos, con seriedad meticulosa y sincera, con amor, libertad y justicia, y en procurarte tiempo libre de todas las demás imaginaciones, y te lo procurarás, si realizas cada acto como el último de tu vida, desprovisto de toda irreflexión, del rechazo apasionado a la razón impositiva, de la falsedad, del amor propio y del disgusto con la parte que nos ha tocado”. Marco Aurelio (II, 5) Un romano en la Universidad Carlos III, no parece inapropiado. Entonces, con sus palabras, la vida no solo es eterna en cinco minutos, ni siquiera en tres. Lo es en cada instante.
¡Gracias por esta alegría y por comprometernos aún más social y universitariamente! Y un final, muy de carta: un fuerte abrazo.