Cookie usage policy

The website of the University Carlos III of Madrid use its own cookies and third-party cookies to improve our services by analyzing their browsing habits. By continuing navigation, we understand that it accepts our cookie policy. "Usage rules"

Pablo Castrillo

Análisis crítico, Liberia derechos humanos y condiciones carcelarias

Pablo Castrillo

Es difícil resumir en estas páginas un viaje que me ha cambiado la vida, pero lo intentaré. El viaje a Liberia consistía en un viaje de misión de ayuda humanitaria a través de la Fundación In Mary’s Hands, una organización de una familia católica que se encarga de ayuda humanitaria en el país a través de distintos proyectos como la visita a los orfanatos, ayuda en la cárcel y en el hospital.

Esta experiencia comenzó con un choque de realidades nada más llegar al aeropuerto y durante el trayecto a la casa donde iba a vivir durante casi un mes. Nada más llegar es imposible no comparar los dos contextos y diferencias entre el aeropuerto de Madrid y el de Monrovia. En Madrid el aeropuerto está limpio, funcionan todas las luces y existe un control de los pasajeros bastante profesional. En Monrovia sencillamente todas esas facilidades que tenemos no existen. Apagones, falta de limpieza, desorden… Pero, aun así, me impresionó mucho el respeto y el cariño que tienen a los extranjeros, especialmente a los blancos. El trayecto hacia casa también me impresionó, no se veía nada ya que no hay farolas y para colmo los pocos coches que había en la carretera a esas horas (de madrugada) muchos de ellos iban sin luces. El tráfico es un descontrol y las carreteras (por llamarlas de alguna manera) están llenas de socavones e imperfecciones. 

El primer día de llegada fue de adaptación, era un regalo tener la playa tan cerca de la casa (abriendo la puerta). Pero el segundo día ya empezamos con la misión allí visitando a las Misioneras de la Caridad (que son la congregación de la Madre Teresa de Calcuta). En esa casa iremos varios días allí de manera intercalada para visitar y acompañar a los enfermos y ayudar con tareas del hogar como la cocina y limpieza. En esa casa albergan a hombres y mujeres enfermos y a niños pequeños abandonados o cuyas madres no pueden cuidar de ellos. Yo estuve sobre todo con los hombres, muchos de ellos con enfermedades que aquí ya hemos erradicado: tuberculosis, sarna, etc. Fue un privilegio poder pasar mañanas con ellos y donde me llevo a varios amigos. También estuvimos con los niños, donde algunas (pocas) madres también van a verlos. Impresiona la forma de tratar a los bebés por parte de sus madres, agresiva y con poco tacto. Ahí las hermanas y los voluntarios enseñamos a cogerles con cuidado, jugar con ellos… Cosas básicas que ahí la sociedad no tiene aprendidas. Es una realidad que la mayoría de los niños acaban siendo abandonados por parte de sus propias madres y padres. Bien a través del descontrol de relaciones sexuales o por falta de recursos. Muchos de ellos acaban solos y estos bebés son acogidos por parte de las Misioneras de la Caridad, una labor muy bonita. Me llevo muchos recuerdos de esa casa.

Otra labor importante que realizamos fue la visita a distintos orfanatos. Unos mejores que otros, Liberia Mission y la Comunidad del Cenáculo hacen una labor estupenda, tienen dos orfanatos y se podría decir que son los mejores del país ya que cuentan con un buen equipo humano. Liberia Mission está liderado por un nativo americano y la Comunidad del Cenáculo por monjas. También visitamos otros orfanatos liderados por Mama Victoria una mujer liberiana que durante muchos años ha dado su vida por cuidar niños abandonados. Una mujer espectacular. En estos orfanatos los medios eran más reducidos que los otros y desgraciadamente no siempre contaban con los profesores contratados en las escuelas. Lo explico con un ejemplo: varios días fuimos en horario lectivo a las escuelas y el resultado era que los profesores contratados, de 16 solo había 2. Impresiona ver a los niños con el uniforme y su libro en clase, todos sentados esperando al profesor que nunca llegará. Al final acabamos enseñándoles nosotros y jugando con ellos. Son niños que dan mucho amor y que están deseando jugar o pasar el tiempo con alguien. Prácticamente la mayoría son niños abandonados.

También visité de vez en cuando a enfermos en el Hospital Católico. Algo que hace la Fundación In Mary’s Hands (aparte de pagar el colegio a varios niños) es pagar la estancia del hospital a enfermos que encuentran en la calle o en la Prisión Central de Monrovia. El hospital público JFK Hospital es el principal del país. El problema de ese hospital es que cuenta con muy pocos medios y las condiciones son terribles. Como curiosidad llaman a ese hospital JFK – Just For Killing. Por tanto, pagan la estancia de muchos de los enfermos en el Hospital Católico, un hospital privado pero de mejores recursos donde acaban bajo la supervisión de la hija de la familia dueña de la Fundación que está viviendo y trabajando ahí como enfermera. Es una labor muy bonita tras el acompañamiento de estos acabas entablando relación con ellos.

También fuimos al campo de refugiados VOE – Voice of America. Allí la principal labor de la fundación es atender a los enfermos y suministrar medicinas. Se atendieron en un día a más de 100 personas que junto con la colaboración de vecinos del lugar se les suministró medicamentos y recibieron atención hospitalaria por parte de un médico que trabajan en el Hospital Católico y de un voluntario. Choque de realidades el hecho de que ahí el ibuprofeno y paracetamol sea un bien escaso y aquí podamos recurrir a él constantemente. Me impresionó una madre que trajo a su hijo con síndrome de down. Allí no saben lo que es ya que hay muy pocos casos. También me impresionó el hecho del uso de las madres (desesperadas por curar a su hijo) de las “medicinas locales” que provocaban más estragos a la enfermedad de los niños.

Finalmente, a modo de resumir las labores más importantes realizadas allí, fuimos varias veces a la cárcel para suministrar medicinas y acompañar a los presos. Recuerdo los nervios de la puerta antes de entrar. Sin duda el lugar que más me ha cambiado la mirada. Ya que muchos nos esperábamos agresividad o violencia por parte de los presos, al final fue todo lo contario. Allí adoran a los de la fundación ya que son prácticamente los únicos que realizan labor humanitaria allí. Al poder ir varios días muchos de ellos sabían mi nombre y me llamaban desde sus celdas, algo que me sigue impactando. Con motivo de mi TFG pude entrar en casi todas las celdas y ver las condiciones infrahumanas en las que viven. El 80% de los prisioneros son detenidos y no tienen juicio desde hace 3 o 4 años. En la cárcel hecha para 375 personas hay más de 1.600 presos. Algunos serán delincuentes, ¿pero de verdad merecen vivir así? Muchos de ellos han cometido delitos menores y viven auténticas atrocidades. Incluso algunos de ellos siendo inocentes. Los prisioneros estaban encantados de poder vernos y de que alguien les acompañara ya que están totalmente abandonados por sus familias, están solos y no tienen a nadie. Muchos de ellos solo salen de la celda cuando viene Ainhoa (la hija de la familia de la fundación), es decir, que si no fuera a verles todos los sábados no verían la luz del sol. Porque sí, hay celdas en las que no se ve ni un rayo de sol. Me quedo con un preso al que le cogí especial cariño, se llama Joseph. Un día que estaba viendo las celdas me llamó desde la suya ya que ya le conocí otro día. Me impresionó la ilusión que tuvo al verme. Conseguí convencer a los guardias que le dejaran salir para poder vernos mejor y él me lo agradeció todo el día. Me dijo unas palabras que recordaré siempre. Me dijo: yo hoy he rezado y hoy Dios me ha venido a ver.

Muchas gracias a la Universidad por financiar este proyecto que no solo ha permitido poder avanzar en mis estudios de TFG, sino que me ha transformado como persona.

Un fuerte abrazo,

Pablo